martes, 15 de enero de 2013

Escenografía celular: una experiencia con dispositivos móviles

   Escena escolar uno, clase de Lengua: una docente  lee, con sus alumnos, un texto que ha fotocopiado (para el caso, no importa el texto ni el tema, ni el autor); aparece un sustantivo, “serendipia” (para el caso, da lo mismo un nombre propio, un adjetivo, o cualquier otro término)  “¿Alguien sabe qué significa esa palabra?”, pregunta la docente (para el caso, no da lo mismo que la docente, que sí sabe el significado de esa palabra porque leyó el texto antes de darlo en clase, no dé inmediatamente la respuesta) Hay un murmullo de papeles en el aula, la lectura detenida y, de repente, la contestación que llega disimulando, apenas, el tono  académico : “Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado. Se puede denominar así también a la casualidad, coincidencia o accidente”. La docente adivina, detrás de la falsa naturalidad impuesta a la lectura, la definición wikipediana que llegó a clase vía teléfono celular, cuidadosamente escondido debajo de las fotocopias. Primero es la sonrisa, y después la invitación a que el celular se asome al aula para la  lectura completa con que la enciclopedia libre explica el concepto. La docente sonríe, también, ante su propio y afortunado hallazgo: la generación del pulgar ha entrado a escena.



   Desde hace algunos años el consumo de los teléfonos celulares se impuso socialmente entre los adolescentes. Muchas fueron las voces que se levantaron en pos de la inclusión o la exclusión de los aparatos en la escuela. Los medios dieron cuenta de las  iniciativas a favor o en contra de su  uso. Tiempo después, los datos recopilados por las mismas fuentes nos hablan de un paulatino cambio de actitud que va de la mano de la opción que adolescentes y niños hicieron del teléfono móvil en detrimento de la Pc. El celular  ya no se presenta solo como un elemento disruptivo de cierta gramática escolar sino que se lo posiciona como símbolo de otras tensiones que lo precedieron: los desencuentros generacionales. Los adultos son quienes deben esforzarse por conocer aquello que sus hijos/alumnos, dominan a la perfección.


   Cuando irrumpe una nueva tecnología  con la fuerza y la velocidad con la que lo hicieron los celulares, el tema de la inclusión deja de ser una opción para transformarse, al menos, en un objeto a problematizar. Si bien  hay algunos estudios que dan cuenta de la evolución del uso del celular en los adolescentes, la propuesta se profundiza con la “observación de campo”: mirar , en un recreo, en un espacio en donde se permita su uso, cómo los chicos pueden , en pocos minutos, revisar su correo electrónico, completar el nivel de un juego virtual, enviar un mensaje, escribir su estado en una red social, valorar con un “me gusta” una foto subida por algún amigo, o fotografiarse ellos mismos y compartir la escena, inmediatamente, en la red.

Uno  de los primeros pasos frente a una nueva tecnología debería ser  informarse sobre la misma, analizar qué características la definen y cuáles son las apropiaciones reales que de ella pueden hacer  los alumnos…y nosotros mismos.


   A partir de esa información se puede pensar, entonces, una variante al imperativo  (impuesto por alumnos, autoimpuesto por docentes que intentan motivar a esos alumnos) de usar el celular “pedagógicamente”. Si se trata, primero, de conocer la tecnología, bastará entender que el celular no fue pensado como un dispositivo para la escuela, por lo tanto, obligarse a incluirlo puede ser más complejo que poner el dispositivo “al servicio de”. En este contexto, el movimiento podría ser no el de “el celular, en el aula” sino el de “el aula, en el celular”. Si el aparato se utiliza, hoy por hoy, menos con fines comunicativos que de trasmisión de contenidos, puede ser un buen instrumento para ayudar a compartir la tarea del aula en otro espacio.

La creación de ese otro espacio  para compartir “lo escolar” ayuda a que las fronteras del aula se borren y, no solo se siga aprendiendo fuera de ella sino que, además, se pueda enseñar. Y esa enseñanza no  respeta el modelo tradicional de docente que transmite contenidos sino que se transforma en construcción en la que cada uno puede participar con los medios que maneja…por ejemplo, los celulares.


   Escena dos, clase de Lengua: en un curso de tercer año de una escuela media trabajan, en el aula, el género lírico. La exposición anual que se realiza en la institución promueve la participación de los alumnos mediante  una actividad realizada en clase. Casi llevados  por el calendario de cierre, se explora, sin demasiadas expectativas al comienzo, la relación entre poesía e imagen. Entonces, la serendipia: casi casualmente se pasa de las palabras que forman imágenes en un papel (caligramas, poesía concreta, grafofonías) a las palabras que se transforman en imágenes en movimiento. La culminación de ese recorrido tiene la forma de videopoemas , un género que se solidariza tanto con el texto literario como con el lenguaje audiovisual.

   Lo que sigue puede ser presentado casi como una carrera de postas: hay que salvar obstáculos y compartir la tarea. ¿Cómo se pueden presentar los videopoemas en una muestra anual? Por su microformato, afín a la poesía y a la condensación propia del género, se prestan a la lectura/visión individual, personalizada. Primera posta: conseguir muchos videopoemas para compartir. Segunda posta: mediante un programa gratuito, pasar los videopoemas a un formato (3gp, por ejemplo) que sea soportado por el celular . Tercera posta: trasmitir esos videopoemas a cada alumno según su preferencia o elección (“Yo quiero el de Girondo”, “¿Me pasa el de Benedetti?”) Cuarta posta: “desocultar” el celular en el aula y compartir los poemas vía Bluethooth. Quinta posta (de la que participa privilegiadamente el profesor): asombrarse con la nueva escena que incluye a adolescentes entusiamados compartiendo poesía con/por/desde/a través de su celular. Sexta posta: animarse a más; de la poesía en papel se pasó a la producción de un videopoema, con imágenes propias o de otros. El pasaje de la poesía en papel al formato audiovisual  cuenta con un valor agregado: entusiasmo, motivación, trabajo en grupo, ganas de mostrar lo producido.

   Séptima y última posta: registrar la experiencia y compartirla (en una red social, con una presentación multimedia)




   En la red podemos encontrar muchas experiencias de utilización del teléfono celular en la escuela. Tal vez lo más  lo importante sea no tanto  la adopción de alguna de ellas sino el análisis reflexivo de la misma en función del propio terreno de trabajo. Elegir o crear, entonces, una actividad que genere  replicabilidad en nuestro microcosmos (aula/escuela/comunidad) y someterla a la discusión de alumnos y otros docentes puede ayudar a generar otras escenas de aprendizaje distinto, móvil, celular,… y hasta serendípico.

Te invitamos a compartir las escenas de uso del celular en tu escuela o a dejarnos tu comentario acerca del tema. ¿Qué otras propuestas podés sumar?